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Marina Villalobos Díaz

Los géneros que más utiliza son: crónica y cuento.


MARINA VILLALOBOS DÍAZ

Morelia, Michoacán

Los géneros que cultiva son crónica y cuento.

Ha dedicado su vida al mundo de las artesanías y a aprender del legado de los pueblos originarios de América, en sus diversas manifestaciones. Cofundadora del Consejo Interamericano sobre espiritualidad indígena, CISEI; cofundadora del Consejo Latinoamericano de Cine de Pueblos Indígenas, CLACPI, coordinó el Primer Festival (1985). Desde 1997 participa en encuentros hacia una cultura de paz, del mundo de las religiones y tradiciones, en países de los diferentes continentes. 


Pintura en acrílico Alfredo Zalce 1984


Propició y coordinó el Primer Foro Internacional sobre Espiritualidad de los Pueblos Indígenas de América (1996), así como el Cuarto Foro: Espíritu de la Madre Tierra (2004) realizados en Morelia. Compiló las memorias de ambos Foros, junto a Raquel Gutiérrez Nájera, Ed. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 

Participó en el taller: “Crónica y Cuento” Difusión cultural de la UNAM  (2019-2022). Es autora de: La Parca, La aguja de cristal, (2020) Las razones de Olvido 2024 (inéditos).

Sus textos han sido publicados en: 

-Antología de escritoras de Morelia: Hechas de letras; Secretaría de Cultura del Estado de Michoacán con: “El taxi legendario” (2023).

-Antologías convocadas por Factor Literario (2024): 

Almas malditas con “Matrimonios pactados”, Amazon.

Semillas de papel, con “Sagrado Corazón: crónica de una muerte cercana”, Amazon.


TEXTO LITERARIO

MATRIMONIOS PACTADOS

Marina Villalobos Díaz


(Fragmento)


Era una anciana vital de unos setenta y cinco años me mimaba con gloriosos desayunos que incluían panecillos, café, fruta y algún guiso dominicano. Me trató como si fuera su hija durante esos días que estuve en aquella deliciosa y paradisiaca playa del Caribe. Yo sentí que había llegado a un buen lugar, amparada con la energía de esta mujer, que me daba la sensación de seguridad como si estuviera en casa de mi madre. Como es la magia que se genera entre mujeres que curan a través de sus espacios y alimentando a otros. 


Pronto me presentó con los chicos lugareños. Me hice amiga del moreno que rentaba el impecable y reluciente velero dispuesto en la orilla de la playa, de la chica del puesto de bebidas naturales que visité algunos días para refrescarme y conversar con ella. En Sosúa, había una pequeña comunidad de jóvenes que trabajaban para el poco turismo que llegaba. 


Por las noches, pasaban gritando afuera de la casa donde me alojaba: 

  • ¡Mexicana! ¡Vámonos a bailar!


Me enseñaron a soltar la cadera al ritmo del merengue y de vez en cuando uno de los chavos añadía una moneda a aquella rockola vieja buscando la única canción mexicana que había: “Grabé en la penca de un maguey tu nombre”, que la bailábamos muy divertidos como una mezcla de merengue ranchero.


Una mañana, mientras me disponía a disfrutar el día en la playa, pasé a saludar a mi amiga del puesto de bebidas y conocí a su prima, que me enteró vivía en Alemania. Le invité un agua de coco y nos pusimos a conversar. Le pregunté cómo es que había elegido un lugar tan lejano para vivir. Las dos soltaron una carcajada diciéndome:


  • Aquí en Sosúa y en todo Dominicana es bastante común, hay muchos matrimonios pactados con alemanes, holandeses, belgas y de otros países de Europa.

  • ¿Cómo es eso de matrimonios pactados?

  • Las mujeres jóvenes no tenemos alternativas de trabajo, la pobreza y la falta de estudios son grandes. Solo podemos trabajar en el servicio doméstico en casas en la capital, o la otra –conteniendo una pícara sonrisa– es hacerte prostituta.  –Luego cambió la expresión en su mirada y dijo – Por más que nos advirtieron los abuelos que no saldría bien el arreglo, nosotras insistimos en salir de aquí y que nuestro destino fuera así.

 – ¿A qué destino te refieres? –pregunté con curiosidad e insistencia.

  • Como ves, este lugar es muy bonito y aún está escondido del turismo bullicioso. Aquí vienen a descansar personas mayores, digamos de cincuenta para arriba, sobre todo hombres. Se ve que son personas muy solitarias y nos seducen comprándonos bisuterías baratas, nos invitan a bailar y alguno que otro ron. Nos pasean y hasta nos llevan a restaurantes. De inicio se portan muy amables para después convencernos de irnos con ellos para su tierra.  

Es un fenómeno que se ha dado en los últimos años. Solitas nos convencemos, está en la mente de muchas chicas salir lejos y muchas más tienen aún el anhelo de conocer a un extranjero, de preferencia joven, pero esos no se acercan por acá, solo los viejos solitarios nos necesitan. 


Mientras en mi mente se tejían más cuestionamientos, solo pude preguntar:


  • ¿Y vienes a menudo a visitar a tu familia?

  • No, ¡qué va! Estoy aquí y pude visitar a mis padres gracias a esta enfermedad que tengo. La presión alta me hacía perder el equilibrio y desvanecerme frecuentemente y la recomendación médica exigía descanso y estar por un tiempo al nivel del mar. El muy cabrón de mi esposo, me vio tan débil y enferma que estoy segura que al pensar lo inútil que le soy y que tuviera que cuidar de mí, aceptó comprarme el boleto de avión para que me recupere y regrese en un mes para seguirlo atendiendo, más no pienso regresar jamás. 


Se notaba que tenía gran necesidad de hablar de esto, era claro que se liberaba de toda la presión sostenida por tantos años. Tenía tan solo 33 años, aunque parecía mayor. 


  • Eso sí, tengo seguro alemán porque mis padres exigieron que nos casáramos al menos por lo legal. Estoy casada con ese viejo desde hace diez años. Ahora tiene 72 años y solo me quiere como criada, ya ni para coger es bueno. Me da apenas lo suficiente para comprar la comida que solo alcanza para su filete, y para mí solo algún caldo o pasta, por eso estoy gorda. Me regaña si no plancho bien la ropa o si encuentra sucia la casa. 


  • Me dice siempre que no hay dinero suficiente para que vengamos de vacaciones a mi tierra. ¡Siquiera enfermé…! Fue la única manera de poder volver. Voy a pedir en la embajada que me divorcien, al fin, sé que no tengo nada de herencia, pues ni una casa propia tiene. Ya no quiero regresar a ese lugar tan frío ni a los malos tratos.


Siguió narrando sobre otras de sus amigas, en situaciones similares y algunas aún en peores condiciones. Mientras escuchaba con atención la realidad de aquellas mujeres dominicanas, se detonaban destellos de mi propia situación. Atónita continué escuchando. 


-Los señores les esconden los pasaportes para que ni siquiera piensen en visitar a sus familias. No las dejan trabajar fuera de casa y, eso sí, a todas las utilizan a su antojo para satisfacer sus deseos sexuales y algunos hasta las maltratan. 


En Berlín tenemos una comunidad de dominicanas que nos encontramos en la iglesia, ahí sí nos dejan asistir. Después de misa, el cura nos presta un salón donde compartimos algún refrigerio, mientras conversamos un poco y la mayoría solo manifiesta malestares y quejas. Allí me entero también que muchos de ellos salen de vacaciones, dejándolas a cuidar las casas y a sus mascotas, mientras ellos viajan disfrutando de su pensión. Son muy asquerosos estos señores, pero es difícil salir de esta situación y la mayoría termina aceptando su destino. 


Nosotras somos responsables porque nos quisimos ir, nos vendimos por menos de un dólar. ¡Así considerábamos que valía nuestra vida! Firmamos nuestra sentencia de muerte con estos matrimonios pactados. 


Con suspiros y tristeza cerramos la conversación. Sin palabras ante el impacto que me provocó su historia, solo pude extenderle un cálido abrazo, deseándole la mejor de las suertes para recuperar su libertad.


Publicado en: (2024). Antología Amores al límite: cuando el deseo traspasa la cordura. © Factor Literario.


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