Nereyda Rodríguez
- cartografiaescrito
- 10 ago 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 13 ago 2024
Los géneros que más utiliza son: cuento, literatura infantil y poesía.

Mi nombre es Nereyda, soy psicóloga y cuentista. Escribo cuentos y artículos de divulgación, he trabajado como asistente de investigación y he publicado cuentos en revistas independientes. Me gusta decir que la escritura me habita y en que en ella me siento hablada. En especial en el cuento, como un lugar donde puedo ficcionar con la vida, como una posibilidad de crear en el vacío, como hago cuando tejo, para mí la escritura de un cuento viene a ser una forma de querer nombrar algo que no ha sido posible nombrar y también dar un rostro a esas historias no contadas.
Foto tomada por Nereyda Rodríguez
TEXTO LITERARIO
Mi relato. Yo, emilia Soledad Garcia
Nereyda Rodríguez
Yo no sabía de los horrores del mundo, yo solo sabía que allá había algo. La gente solía ser presagiosa, que lo que no viene mejor ni lo llamemos. La gente en aquel tiempo era sencilla, acá no había mucho que hacer, uno sobrevivía como podía. Entonces solía ser distraída, nada de atención prestaba, pero un día la cosa cambió, cómo no, ya me había tardado. La abuela contaba que otros hombres venían aquí solo de a ratos, porque solo buscaban descansar en una pequeña cama con una mujer a su lado, y, si no estaba de más, una botella al otro. Porque así es el mundo, porque así es la vida.
La abuela conoció al abuelo cuando era joven. No sabía lo que sentía por él pero se casó, porque entonces el amor no se pensaba se hacia y ya. Mi abuelo, como aquellos hombres, un día llegó, y como llegó, se fue. Porque solo venía a dar una vuelta, porque al fin y al cabo allá afuera había algo mejor, porque así es esto.
Un día mi hermana Lupe llegó corriendo a avisar que la vecina iba a dar a luz, pobre mujer, más sola que un panteón. Ah, porque a ella uno de esos hombres la había encantado y ella, enamorada, se dejó embarazar. Una como mujer se enamora de cualquier cabrón. Total que yo era pequeña, no pasaba los nueve y fui a verla parir, por curiosidad, porque ¿qué puede hacer uno una a los nueve? nomás estorbar. Ya ahí me asusté, qué feo ha de ser nacer, porque desde acá así me pareció. Esa noche soñé con muchas cabezas saliendo por todas partes, porque lo que vi fue una cabeza roja y corrí, corrí hasta mi casa y lloré, ¿para qué fui? pues por sonsa.
Ya era una de seis, mi madre trabajaba de sol a sol, y parecía que nunca se cansaba. Pobre mujer, cómo le sufrió. Los hijos varones ni para levantarse a cortar leña fueron buenos. Entonces yo y la Lupe éramos, como dicen por ahí, dos gotas de agua, yo diría de mugre, porque así no la pasábamos, bien sucias las dos, una se movía y ahí iba atras la otra. Porque uno de niño ¿qué piensa de eso? yo era feliz. A los 17 yo ya sabía que no debía andar muy noche por ahí, porque el diablo anda suelto y a esas horas camina. No supe cómo fue, pero yo venía de ver a Raquel, una amiga del colegio a quíen casaron porque el pretendiente regalaba a la familia hasta el centavo del bolso. En ese entonces si tú aceptabas un regalo de alguien más ya te comprometían con él. A la pobre la familia la obligó a casarse, porque ni modo de regresar lo que les regaló, ya se lo habían comido. Pues se casó y se salió del colegio, total para eso ella no servía, mejor de caso. Acá así pasa, una se casa o se embaraza. Mi abuela decía siempre que a quién se le ocurrió inventar a los hombres, yo entonces no entendía.
Le decían Amado, al verle yo debí sospechar, qué burra es uno verdad, tenía 17 años nomás. Pues total que me di cuenta de lo que había pasado cuando ya tenía metidas hasta las narices. “No aprendes, Emilia” me decía siempre mi madre. Que iba a aprender, si a una nunca le hablan de eso, que porque eso se hace en lo oscuro y bajo la sábana, a puerta cerrada. Ay de mi madre, hasta pena le daba a saludar, imagínate hablar de aquello. Quedé ilusionada, el Amado era un soldado recién reclutado que pasaba por ahí, que por una misión o algo así, él era lo que dicen un muchacho de los callados ¿porque será que huí con él si ni conocía muy al desgraciado? por bruta, ¿qué más? Yo era de esas muchachas que caminaba rápido si le hablaban, “no hagas caso y te dejarán en paz” decía mi madre, “vente derecho a la casa”.
Pues el Amado, que al final descubrí se llamaba Joel Castro, de Amado ni la sombra, esa noche me chisteo, yo no recuerdo mucho, eso ya hace décadas, pero sé que después de eso me siguió. Yo caminaba rápido, ¡ay, mi corazón se salia del miedo! sentía que el camino se hacía cada vez más largo, “nomás no corras mi chula” me decía. Llegué a mi casa y me puse a llorar, era bien llorona. Total, que del susto no dormí. La Lupe que dormía conmigo me preguntó que por qué lloraba en la noche, “de seguro te correteo un animal” me decía, porque de niña ¡cómo lo hacían los canijos!, pasaba cerca y parecía que les llamaba, yo regresaba llorando un río.
Al otro día, fui al pequeño puesto de centro porque siempre y con lo poco que teníamos comprábamos algo para comer, ahí de pasada que me encuentro al animal de la noche anterior, parecía piedra al hijo de su madre, no se movía. Siempre lo mismo, ahí parado esperando. Pues un día me espejeó... Ah, porque acá si una muchacha te gusta, le avientas luz con espejo y de a poco la conquistas. Con eso bastaba. De a poco se me acercaba, “anda acércate y te sueno” pensaba yo. Ya a la luz sí se ve distinta la gente, pero de noche parece ánima. “Buen día, patrona” que me dice. Nada, yo no respondía. “¿No se quiere casar conmigo, cuerpecito de pecado?”, me dijo.
Yo no sabía de eso que llaman amor, acá eso nomás pasaba en las películas, pero quería entender al mundo y, de cosa en cosa, pues con él me fui. No fuimos lejos, ¿con qué dinero? Pedimos aventones en los caminos y así llegamos a un pueblo tan feo como el mío, pero otro pueblo al fin, ¿por qué a uno no le dicen que de amor no se vive? Yo estaba que no podía de la emoción, ay de mí, pasaba de hambres... pero no entendía de razones. Es muy duro recordar, entonces deseaba despertar como cuando de niña soñaba feo y podía despertar y abrazar a la Lupe. Mi Lupe, de ella ya nunca supe. Yo no quería volver atrás, ¿a qué?, si mi viejita ya no me perdonaría. Yo caminaba por ahí, yo era una desconocida por este pueblo, el Joel Castro un día ya no estaba, me dejó al muy ruin. Porque a úna ¿qué más le podía pasar en esas épocas? Me convertí en lo que llaman una acogida del pueblo. Haraposa y sucia caminaba pidiendo aunque sea un taco con sal, “quién inventó a los hombres” pensaba yo, “ay de las mujeres de mi familia”. Porque eran tiempos feos, porque no había nada más, uno sonreía para no quedarse con la cara larga, como decía la abuela, pero de alegrías no se sabía.
Pero el tiempo a uno no le hace viejo solamente, porque, aunque no sé muchas cosas aún invaden los recuerdos. Sé que, aunque uno no quiera, no todos guardan con amor tu nombre. Ya de vieja me acuerdo y a veces vuelvo a chillar, otras lo que pasa es que me aguanto. Se sufre, pero se aprende. Toma mucho tiempo recuperarse de algunas cosas, pero de pronto uno ya ni siente, uno se da cuenta. Porque si ya no había quien amarrarme, pues como pájaro me puse a volar. Válgame Dios, ¿ves cómo es uno?, así es esto. Parece mentira, pero pues la vida es lo que hay, uno la tiene o no, y ya.
Publicado en: "Día de la acción por la salud de las mujeres" en EMAS, No. 4. EMAS (emasac.org)
Comments