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Yunuén Viridiana Gómez Raya

Los géneros que más utiliza son: cuento, novela y epistolar.


Maestra en diseño curricular y Licenciada en Intervención Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional. Ha sido profesora de nivel primaria, secundaria, preparatoria y universidad. Directora de nivel secundaria. Estudiante de la licenciatura el Lengua y literaturas hispánicas en la UMSNH.


Ha publicado en las antologías Ventisca de Esporas, Pandemia literaria, Eros & Porn, Coordenadas de voces femeninas y Hechas de letras; algunos artículos en revistas electrónicas y en La Voz de Michoacán.


Fotografía de Yunuén Gómez, tomada por Esmeralda Gómez


En el año 2021 diseñó el Taller de escritura creativa, un espacio destinado a la escritura de jóvenes y adolescentes que busca potenciar la creatividad y el autoconocimiento a través de la literatura. Yunuén coordina todo el trabajo que se realiza. A la fecha, este taller a publicado Crónicas de juventud, Volar sin límites y Lobotomía, expurgando el alma.


Espera que el Taller continúe extendiéndose a más grupos de jóvenes que puedan transformar su pensamiento y su vida a través de la escritura.


TEXTO LITERARIO

Noctámbula

Yunuén Viridiana Gómez Raya


En la oscuridad de la noche, luz lunar dibuja dos cuerpos entrelazados sobre la cama. Ella, recostada boca arriba. Él, hincado frente a ella. Le toma las piernas y las apoya sobre sus hombros mientras va y viene lentamente, empuja y jala, entra y sale. 


Me desconcierto, siento miedo, después intriga. Mi corazón galopa, temo sea escuchado. Algo prohibido ocurre a la sombra de la noche y es develado por la que brilla con luz prestada.  


Me acurruco entre las cobijas raídas, me hundo en el colchón avejentado y lleno de orines que no son míos. Giro todo mi cuerpo boca abajo dispuesta a seguir durmiendo. Cierro los ojos, los cierro fuerte. Siento mis pestañas apretujadas contra mis párpados. Mis manos están empuñadas, como si quisieran asesinar a golpes esa imagen, ese momento. Los dedos de mis pies hacen muecas de desagrado.


El sueño no logra alcanzarme o quizá soy yo quien se resiste a ser atrapada. Propensa, la humanidad es propensa a curiosear. Miro de nuevo. Ella está a gatas, sus nalgas se dibujan ahora en el lienzo de las cortinas descoloridas. Tan descoloridas, que los destellos de la luna se filtran casi sin impedimento. Él sigue arrodillado, yendo y viniendo. El sonido del impacto se hace más rápido y más fuerte. Intento escuchar el croar de las ranas, ignorar lo que a unos metros de mí ocurre.


El cielo se abre, cae la lluvia. Por fin dejaré de escucharlos -pienso- pero no es así. Me da la impresión de que se benefician y ahora se fusionan sin tanto disimulo. Ella emite suaves gemidos, más bien gritos que, en vano intenta ahogar en su almohada llena de ropa vieja. Él exhala con gozo palpitante, como cuando uno se detiene tras una larga caminata.


Me giro hacia la derecha en posición fetal y juego con las figuras amorfas de la pared descascarada. Quito trozos de pintura vieja, hurgo con mis uñas en las entrañas de los tabiques húmedos. Hurgo con ganas, pensando que quizá logre abrir un portal secreto hacia otro mundo. Uno mejor. Estaría conforme con uno menos adverso. Me pregunto si los demás duermen o, al igual que yo, han despertado para ser testigos de tan surrealista y perturbadora escena.


La lluvia arrecia. Como en un viaje astral salgo de la habitación -si es que se le puede llamar así a este cuartucho -camino descalza entre el lodazal de las calles. Las gotas de agua se deslizan desde mi cabeza hasta mis pies, me refrescan. Perros guareciéndose entre la basura. Gatos interrumpiendo sus peleas. Casas que no son casas. Más bien chiqueros. Un rayo cae sobre un árbol, lo delinea por un instante. Qué bello espectáculo. Relámpagos adornando el cielo. Una nube baja hasta mis pies. Trepo en ella sin dudarlo. Se eleva. Me eleva. Desde lo alto la ciudad parece bella con sus luces de colores. Se antoja ser vivida. Desde lo alto el mundo se ve mejor. 


Allá, en una casa grande y con bello jardín, una habitación está iluminada. La nube atiende mis deseos, desciende. Una chica lee del otro lado de la ventana. Junto a ella un perrito gracioso duerme. Es idéntica a mí. Soy yo. En otra vida, en otro tiempo…En un anhelo. Me acerco a la ventana. Encontramos nuestras miradas. Me sonríe. Por fin duermo.


Ruido en la cocina. Es domingo. Mi madre prepara el desayuno. Huevos con trozos de tortilla y café barato. La cazuela está tan usada, que se ha deformado. Parece más un trozo de metal mal forjado. Las tazas despostilladas humean, huelen a miseria. Mis hermanos devoran la comida y juguetean en la mesa. No tengo apetito. Mi padre despierta y tiene una sonrisa estúpida en el rostro, se acerca a mi madre que sigue frente a la parrilla de gas y le aprieta una nalga. Ella sonríe, también de manera estúpida. 


La imagen de mis padres teniendo sexo aparece en mi cabeza. Como pesadilla necia se filtra entre los sueños dulces y acogedores, busca el camino para ser parida con toda su fuerza y ganas de vivir; chilla y no se calla. Pienso que mi madre acuna en su vientre otro pobre que vendrá al mundo, otro miserable más para que seamos siete. Pienso también que fui engendrada en presencia de mis hermanos mayores. 


No sienten mi mirada de desprecio. Insensatos arrumacos. Los miro con desdén. Bebo mi taza de miseria de un sorbo, me quema la lengua, pero más me quema esa imagen. Me pongo en pie y salgo con mis hermanos a la calle. Exploramos los charcos y capturamos gusarapos en botellas de vidrio. Los miro. Mueven sus colas, ansiosos por vivir en quién sabe dónde ¿Cuántos serán? tal vez miles en un solo charco. Seguro las ranas copularon anoche.


Publicado en: (2023). Hechas de letras. Antología de escritoras en Morelia. Narrativa. Morelia: Colectiva Tait; Secretaría de Cultura del Ayuntamiento de Morelia.


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